martes, 8 de abril de 2008

EL CULTO URBANO DEL YAGE EN COLOMBIA

De acuerdo a las investigaciones de Jimmy Weiskopf, el uso urbano de la ayahuasca en Colombia, donde es conocida como yagé, se inició en los años ochenta y son muy pocas las semanas al año durante las cuales no se realice, en algún apartamento de Bogotá, una toma o sesión de yagé. Desde su punto de vista, el contacto entre los chamanes o taitas, que es el nombre que reciben en Colombia, y los consumidores urbanos, se debió entre otras cosas, a la permanencia en Bogotá de líderes y estudiantes indígenas, algunos de ellos hijos de curanderos, "que introdujeron a sus amigos blancos en el yagé".
Dice que esta integración está tan extendida en la capital del país que incluso "reconocen haber tomado yagé destacados políticos, empresarios y personajes del espectáculo y los medios de comunicación". Aunque que tal vez el estrato más importante lo conforman los artistas y académicos, especialmente antropólogos y botánicos, puesto que "varios taitas han sido invitados a dar conferencias en universidades y cada vez su conocimiento atrae más el interés de investigadores extranjeros".
Según describe Weiskopf, el uso del yagé en Colombia: "se trata, en su modalidad urbana, de una curiosa mezcla de consultorio médico, psicodrama, fiesta y rito de adoración". Normalmente las reuniones tienen lugar los sábados por la noche donde el asistente, acostado en un saco de dormir, pasa la velada al lado de otras personas, mientras "recibe curación y participa en una terapia de grupo":
En algunos momentos, la experiencia de confrontar las raíces de su enfermedad, neurosis o mala suerte mediante el yagé es tan dolorosa que las personas lloran, pero al final se experimenta un ambiente de paz que sirve para forjar duraderas amistades. El que sufre los efectos del yagé nunca está desamparado. El oficio del curandero o taita es precisamente velar por el bienestar de los asistentes, mediante su comunión con el mundo de los espíritus... El culto cuenta en Colombia con la participación entusiasta de muchos médicos y el Ministerio de Salud está patrocinando la fundación de jardines botánicos en las comunidades de algunos curanderos, para ayudarles a conservar el yagé y las otras plantas utilizadas tradicionalmente por los indígenas del país, pues la fumigación con herbicidas de las selvas donde tradicionalmente los indígenas han cultivado su coca, está amenazando al bejuco que es la materia prima del yagé...
En su experiencia personal, Weiskopf asegura que la intensidad, la claridad y la duración de sus visiones crece de acuerdo con la limpieza del cuerpo, lo cual le parece un buen argumento para creer que "la purga de la materia proporcionada por el yagé es un mecanismo para tocar las fibras más sensibles de nuestro ser". Sin embargo advierte que "el yagé no da las visiones, sino que remueve aquello que nos impide verlas: la pantalla continua de pensamiento que convierte en opaca nuestra conciencia", pues cundo el cuerpo se purga completamente y la mente se aquieta, la persona se vuelve transparente y es capaz de ver".
En virtud de lo anterior, fundamenta las sanaciones milagrosas de los curanderos en su capacidad de ver mediante la ayuda del yagé: "ellos ven -literalmente- las causas ocultas de la enfermedad" y luego "trabajan sobre ellas y no sobre sus síntomas... y en muchos casos, ni siquiera tienen que preguntar al paciente sobre lo que les aqueja, porque el mismo bejuco se los dice".
Weiskopf estudió de cerca con quienes consideró en el decurso de sus investigaciones, los taitas más destacados:
Según mi primer maestro, Taita Pacho Pinguaje -curandero de la etnia Siona que habita en el bajo Putumayo, en las selvas de Colombia-, el ambiente de los espíritus que nos rodea durante una sesión de yagé es la realidad verdadera y más profunda de las cosas, mientras que el llamado mundo real es tan sólo una ilusión. Él, lejos de darse importancia por las curaciones que efectúa, las atribuye a la ayuda de tres ángeles-niñas que aparecen en las visiones y le señalan la raíz de los problemas y la manera de remediarlos. 'Cuando estoy embriagado con yagé -explica-, vuelo hasta la Vía Láctea, converso con los espíritus y ellos me dicen cómo curar. Algunas veces me muestran cierta planta y al día siguiente voy al bosque, la encuentro y con ella curo a la persona enferma'.
No obstante, el yagé tiene otra cara oculta, que ha sido su utilización por parte, no de taitas dedicados a la sanación, sino de taitas dedicados a la hechicería o brujería quienes lo han usado "para causar daño a los demás". Dice el investigador que:
De hecho, la práctica de la magia negra asociada con el yagé estaba tan difundida en las selvas colombianas que, según los indígenas más ancianos, los grandes hechiceros de la última generación -relativamente ajena a todo contacto con la cultura blanca- se destruyeron entre ellos debido a luchas de poder en lo que se ha llamado 'la guerra de los chamanes'. Taita Pacho nos explica al respecto: 'El tomador de yagé debe amar todas las cosas menos el mal. Por eso desapareció nuestra gente, los antiguos. Quisieron ver quién era más poderoso y se hicieron daño entre ellos, echando maleficios incluso a los hijos y las mujeres de sus rivales. Así terminaron unos con otros.'
A pesar de ello, lo que ha subsistido en Colombia es el chamanismo de orientación terapéutica que se ha abierto camino hacia los centros urbanos en un entorno privado que reúne a personas pertenecientes a las clases media y alta, entre quienes "destaca la seriedad", según Jimmy Weiskopf, quien para terminar su informe resume que: "Lo que ha primado en la formación del culto en Bogotá son los contactos personales, en contraste con Brasil, donde existen dos verdaderos cultos centrados en el yagé, con miles de seguidores."

1 comentario:

cindy lorena dijo...

eso es muy cierto e interesante y muy bueno a la vez si se da con un taita que quiera hacer bien y no el mal .